HIJOS DE LA GRAN TOGA
Miércoles 28 de noviembre, pasadas las catorce treinta, en la misma acera que los juzgados, en la antigua calle Capitán Haya, ahora Poeta Pintor Maragall, en el restaurante La cuchara de Pachi, se sentaba nuestra compañera y afectada, “Doña”, junto a un abogado para cuestiones de orden mercantil. Llevaban ya un rato a la mesa cuando entraron tres ciudadanos de diferentes estaturas, uno notablemente de más envergadura que sus acompañantes. Iban juntos y se sentaron en la mesa contigua. Eran jueces como su conversación delataba, además de que uno ellos llevaba bajo su gabán puesta la toga característica de su rango, la que se quitó para sentarse a comer.
En un momento el acompañante de “Doña” se levantó al servicio, a la vez que atendía una llamada al móvil. Hasta entonces nuestra compañera y el abogado comían y hablaban pausadamente del negocio que les había llevado a este lugar. Esos minutos sola fueron los que le permitieron escuchar nítidamente las palabras que los tres comensales de al lado cruzaban. Como nos dijo, a la fuerza tuvo que enterarse, pues ni sorda, ni tonta. Prudente sí para no reaccionar al escuchar como uno de los togados respondía a otro, cuando este refería de la existencia de intentos de paralizar las ejecuciones hipotecarias por diferentes plataformas. Esos son unos mierdas, muertos de hambre, fue el comentario del que se había quitado la toga antes de sentarse en el restaurante.
Cuando esto fue referido por “Doña” el pasado viernes en nuestra Asamblea se suscitaron comentarios en caliente propios del daño que genera cualquier agravio como ese en un colectivo como el nuestro. Hubo quien reprochó a “Doña” no haberle montado un escándalo al tipo en cuestión. Todos concluimos que puede que los nervios se estén apoderando de sus señorías tras el enmierde de sus órganos institucionales y su evidente sometimiento al poder financiero. Al final las cosas son como parecen, y nosotros lo vemos de continuo.
El lugar y el abordaje de estos asuntos hipotecarios en esa mesa y lugar dieron para alguna otra reflexión. En esos juzgados de los temas hipotecarios solo se encargan los números treinta y uno y treinta dos. El primero tiene al frente una magistrada. El otro a un magistrado, archiconocido, Gómez Salcedo, del que no vamos a referir ahora nada de su negro currículo. La cuestión era si el citado podría ser uno de los varones que estaban a esa mesa junto a la de “Doña” y su acompañante. Si fue el que respondió de manera tan gráfica, con el eructo argumental señalado. Nos quedamos con esa duda. También con una certeza, que por más que se empeñen estos hijos de la gran toga se seguirá luchando por demostrar el papel que han jugado y juegan en el destrozo de este país trabajando desde sus cubiles para bancos, banqueros y bandidos.